¿Por qué mentimos? ¿quiénes mentimos? ¿es malo mentir? ¿es bueno mentir? Muchas veces me pregunté eso, y durante mi vida fui encontrando distintas respuestas a estas preguntas. Generalmente, la mentira en edades tempranas se considera un claro signo de inteligencia, ya que demuestra una tendencia a anticipar las reacciones de los demás ante sus mentiras. Claro está que para mentir se necesita una gran inteligencia, nos costaría mucho creer una mentira a un perfecto idiota (aunque hay excepciones).
Lo que me apasiona de la mentira es como va adaptándose al contexto, y las paradojas que crea a su paso. Un ejemplo que recuerdo que dio Dolina alguna noche en su programa fue que a la hora de patear un penal hay una teoría que dice que el pateador mira hacia donde va a patear, el arquero sabiendo esto se tira para esa punta, pero existe la posibilidad de que el pateador sabiendo esto mire para un lado y patee para el otro, o que aún peor, el pateador sabiendo que el arquero espera ser engañado patee para el lado que mire, engañándolo al no engañarlo, paradójicamente. Y creo que ese es uno de los grandes obstáculos que debemos sortear, darnos cuenta de quienes nos están engañando, al no engañarnos.
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